miércoles, 27 de abril de 2011

Corrupción y poder



Vivir en el País Valenciano hoy y sobrevivir como ciudadana requiere de muchas dosis de autocontrol y sobre todo de sentido del humor. También ayuda a la supervivencia ciudadana la reflexión despojada de partidismos y de la ira que provoca que los gobernantes de nuestro territorio -con Francisco Camps a la cabeza- nos hayan sumido en la miseria política en la que nos encontramos y convertido, de paso, en hazmerreír de toda España. Esta reflexión me ha llevado a algunas conclusiones que en estos días agitados previos a las elecciones, me gusta compartir con la gente que acude a nuestros actos.
La corrupción es un síntoma. La causa es el abuso de poder. Y la paciente enferma es la democracia. Partamos de esta premisa para poder combatir eficazmente la enfermedad. Hace tiempo que el Partido Popular en nuestro territorio ha confundido la mayoría absoluta, con un ejercicio de poder ilimitado a la par que descontrolado. Todos los posibles filtros de control son anulados, entorpecidos o directamente eliminados. Hace tiempo que a los diputados de la oposición se les impide una de sus funciones constitucionales básicas, como es el ejercicio de control de gobierno, hasta el punto de que en poco menos de dos años el Tribunal Constitucional ha condenado por cinco veces a la Mesa del Parlamento Valenciano –dos veces a la Mesa de la anterior legislatura y tres a la de la presente legislatura- por vulnerar el derecho de los parlamentarios y conculcar el art. 23 de la Constitución. Un escándalo democrático sin precedentes que hubiera llenado portadas de diarios y telediarios si hubiese ocurrido en Madrid, Euskadi o Barcelona.
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